Textiles Elementales
- Denise Lechner
- 2 ene 2017
- 2 Min. de lectura
¿Alguna vez te has preguntado que hay al final de esa desviación en la carretera? ¿Que habrá en Puerto Suelo, en La Pastoría o en San Antonio Cuixtla?
La desviación comienza rumbo al noreste, atravesando un típico paisaje costeño rodeado de palmeras, lagunas, mar, cultivos de papaya, mangos y choorrocientosmil topes. Después de 85 km, la escultura prehispánica aposentada en la carretera nos indica que estamos entrando a territorio antiguo. Aquí es donde comienza nuestro viaje a un lugar atemporal donde el pasado y el presente se entretejen.
Es alucinante llegar a una pequeña casa en medio de un acantilado (viendo este paisaje entiendo porque las piedras son sagradas para los mixtecos) y observar el piso de cemento lleno de algodones que, aunque parecen del más fino tinte, son completamente naturales. Sí, el bello Coyuchi es un regalo más de la naturaleza, pero esta no se conformó con un tono café. Orgullosamente, Luis Adán nos explica que el algodón verde nunca se ha perdido en su comunidad y ellos han mantenido estos cultivos desde hace por lo menos 1,000 años cuando fue el auge del reino de Tututepec.
Ver en vivo y a todo color las técnicas de hilado y tejido, que también podemos observar en los códices, no puede más que maravillar. Las mismas mantas que fueron tributadas a los Mexicas son hoy tejidas en el mismo telar, teñidas con la misma grana cochinilla, el mismo caracol púrpura y el mismo azul añil.
Este “museo vivo” es posible ya que, para nuestra suerte, han existido a través de la historia algunos personajes como Luis Adán, quienes rompen todos los esquemas. Como él, personas contadas no se han conformado con solamente ser uno de los raros tejedores varones, sino que además, se han dado a la labor de preservar y rescatar todo el proceso milenario de elaboración textil. Luis Adán siembra su propio algodón (verde, coyuchi y blanco) y después lo varea para poder hilarlo con el malacate que él mismo elaboró. Una vez que la fibra se ha transformado en hilo en sus manos como por arte de magia, pasa su madeja por un baño de atole para aumentar su resistencia y convertirlo así en una prenda de vestir por el telar de cintura. No estamos hablando de cualquier prenda de vestir, sino reproducciones del posahuanco originario y único de Tututepec basándose en un ejemplo que le mostraron en el Museo Textil de Oaxaca. Lo cual lo ha motivado a dar talleres de telar de cintura a las mujeres de su pueblo, en donde prácticamente no quedaban más tejedoras.
Luis Adán es uno de los muchos tesoros ocultos que tiene la costa chica, la cual esta llena de sorpresas que van más allá de sus incontables playas paradisiacas rodeadas de flora y fauna exótica. Acompáñanos a tomar este camino tropical fuera de la ruta principal y a vivir la experiencia de conocer más sobre la rica historia, tradiciones, artesanías, gastronomía y las diferentes culturas que están al final de esa desviación.

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